De abuelos a nietos: el amor sin fin – El sol brilla afuera, es el final de febrero y hace mucho calor… se filtran las risas de los chicos de abajo, jugando al agua…

Abuelos

Hoy me quedé en casa acompañando a mi hijo a estudiar matemática. Pablo está anclado en la mesa del comedor, desganado entre sus cuadernos, frustrado y a punto de abandonarlo todo. Le salen mal los ejercicios, no tiene ganas de estudiar, ni de presentarse a dar su examen.

En silencio, algo desanimada y aburrida, me acomodé frente a mi computadora. Revisando mis archivos guardados encontré uno que había escrito hacía un tiempo, para mis abuelos que ya no están, en el que había intentado dejar plasmada alguna de las historias que ellos me contaban cuando era chica.

Habían llegado a América a la misma edad que ahora tiene mi hijo, sin nada más que esperanzas y ganas de vivir.

Bisabuelos y abuelos inmigraron desde el otro lado del océano, para apostar la vida a cara o cruz. Resilientes, se reedificaron, una y otra vez. Capaces de construirse a sí mismos a partir de sus propias energías y persistir.

Sus historias de amor y de trabajo sobrevivieron en su descendencia, en algunas fotos sepia, en recetas de cocina de familia, en sus relatos que se transmiten hasta mí y me inspiran con su ejemplo.

¿Cómo mostrarle a mi hijo adolescente, que vale la pena hacer el esfuerzo de estudiar?

¿Cómo hacerle entender que no se dé por vencido, ante las inclemencias de la matemática sumadas al calor estival?

Entonces, le acerco cariñosamente un vasito de jugo de naranja con hielo para distraerlo un rato de sus cuentas. Mientras se lo toma, conversamos y le leo algo de eso que había encontrado en la compu.

De Bisabuelos a bisnietos: el amor

En los ojos de mis hijos veo destellos de ustedes, amados abuelos. Detalles, colores y pequeños gestos, que me los recuerdan, descubro en sus cuerpos. Momentos vividos felices, canciones y cuentos, guardados en mi alma, casi sin querer… les transmito a ellos. Curiosos, mis hijos escuchan familiares historias y recetas de abuelas, venidas de lejos. Ustedes cada día, abuelos, me sirven de ejemplo… para enseñarle a ellos: ¡el valor del estudio, el amor al trabajo, el respeto a la vida y que vale la pena el esfuerzo! El amor que me dieron, fue tan extenso… que llega a través de mis brazos… a abrazar a sus bisnietos. ¡Qué felices serían, queridos abuelos, si vieran: que lindos y buenos son sus bisnietos!

-¿Qué te dirían, hijo, nuestros ancestros sobrevivientes de guerras lejanas?

-¡Y…máaa, que tengo suerte…!

-¡Claro, Pablo, vamos, vos podés! ¡Unas ecuaciones no te van a ganar!

-¡Repasa los ejercicios una vez más, y vas a ver que eres capaz de resolverlos!

-Tenés razón, mamá

VALIÓ LA PENA… Ahora él está más tranquilo, más contento y más seguro, porque después de tanto insistir, le salieron bien los ejercicios.

¡Al fin!

¡Vamos a ver qué pasa el viernes… cuando rinda el examen!