Hablar de El bullying es dar cuenta de un concepto muy amplio que abarca muchos matices, y solo aquellas personas que hemos pasado situaciones de esta índole, reconocemos la gravedad que concierne esta problemática.

En los últimos años algunos medios han instalado este tema dentro de su agenda cotidiana y creo en lo personal, que es un gran acierto. Es una situación que se debe poner en debate para toda la sociedad ya que es un mal que no se ve a simple vista, que muchos desconocen y presenta graves consecuencias. Tal es así que, hablando con muchos padres de mi entorno, afirman que hasta hace pocos años no concebían esta situación y que recién ahora comienzan a conocerlo y entenderlo.

Esto no significa que sea un problema de la actualidad. Siempre existió, pero en los últimos tiempos se ha comenzado a tomar conciencia, lamentablemente por casos extremos en el que el bullying significó la muerte de sus víctimas.

¿Qué es el bullying?

Este término, para definirlo de manera estricta, lo podemos vincular al “acoso escolar”. Sin embargo, dadas las circunstancias en que se magnificó el empleo de esta palabra, se lo relaciona también con otros ambientes, no necesariamente escolares, como puede ser los laborales u otros campos. Sin embargo, su origen tiene raíces en el hostigamiento dentro del ámbito escolar hacia un individuo.

El bullying es el maltrato de un individuo a otro, que se repite con el paso de los días generando un acoso constante y con el fin de producir daños a quien lo sufre. Estos daños pueden ir desde lo físico (patadas, empujones), psicológico (atacan la autoestima de la persona), verbal (insultos, apodos insultantes, burlas o incluso atacar con defectos físicos) y social (la búsqueda de aislar del grupo al afectado).

El bullying

¿Cómo saber si nuestro hijo sufre bullying?

Hay que tener en cuenta ciertos síntomas que pueden hacernos saber que nuestro hijo está sufriendo esta problemática. Entre ellos podemos encontrar:

No quiere ir a la escuela sin motivo aparente.

Pierde dinero dado por sus padres para el almuerzo, merienda o para el colectivo.

Tiene frecuentes cambios en el humor.

Se manifiesta muy ansioso. Le cuesta conciliar el sueño.

Muestra estar más sensible que de costumbre (llora o se queja). Aparecen dolores psicosomáticos de panza o de cabeza.

A su vez podemos tener en cuenta estas situaciones:

Observar la presencia de pesadillas en el chico/a.

Pérdida o deterioro constante de pertenencias escolares, como anteojos, mochila, uniforme, entre otros.

Observar la presencia de golpes, hematomas, rasguños en su físico.

No quiere salir de la casa ni relacionarse con ningún compañero.

Quiere ir acompañado siempre a la entrada y salida de la escuela.

¿Qué debemos hacer ante esta situación?

Ante este escenario se debe actuar y no dejar pasar el tiempo. Si bien cada caso es particular y debe tratarse de manera individual, se pueden tener en cuenta ciertos consejos que pueden ser útiles para proceder en estas circunstancias:

  • No minimizar los pedidos de ayuda de los alumnos para resolver conflictos. Hay que demostrar una actitud activa.
  • Es necesario que los adultos de la escuela que presencien situaciones de conflicto entre alumnos intervengan con el fin de disminuir la carga emocional. Por ejemplo, frente a una agresión física se debe separar a los participantes, calmarlos, propiciar serenidad y conversar de manera independiente con cada uno.
  • Luego hay que involucrar al grupo, convocar a las familias, proponer espacios de diálogos, realizar escritos de los ocurrido y comunicar sanciones.

Mi opinión al respecto

Hay varios puntos que creo en lo personal afectan gravemente a que esta situación se vuelva cada más recurrente. En primer término, la falta de límites que se ponen en las casas de muchos jóvenes. Es de fácil deducción que cuando a un niño o adolescente no se le ponen los límites de comportamiento en su propia casa. Eso conlleva inevitablemente a una conducta en la que ese joven no reconoce cuando algo está bien o mal. Ni cuando afecta de manera directa a otro sujeto. Esto se ve en mayor medida si en la propia casa de un posible agresor. Se producen hechos de violencia que este individuo luego traslada a la escuela.

Pasividad de las autoridades escolares

Sin embargo, hay otro aspecto que creo necesario nombrar y que lo considero una de las ramas fundamentales de la existencia de esta problemática. Esta es la pasividad de las autoridades escolares ante hechos como los que fueron mencionados. Y esto lo digo porque he tenido la posibilidad de observarlo en primera persona. No es normal que cuando un alumno está siendo agredido verbal o incluso físicamente por otro, un profesor mire para otro lado o incluso responda “ya están grandes, que se arreglen solos”. Esto claramente no debería ser así.

Pareciera que es más fácil desligarse del problema y hacer oídos sordos. Total, este actor pasivo de la situación (que podría ser una autoridad escolar) no se ve afectado. Para docentes de ese pensamiento, los alumnos son sólo un número.

Por suerte y en oposición a lo que he dicho anteriormente, esto no se da en muchos otros establecimientos, dónde el nivel humano que se le inculca a los alumnos es excelente y los docentes y directivos tienen un papel maravilloso en la formación de grandes personas. Esto se da principalmente porque estas autoridades participan de manera activa ante cualquier posibilidad de conflicto y de esta manera evitan que un potencial problema se magnifique siendo más difícil de controlar a futuro.

Me gustaría creer que esto se da en todos los establecimientos, pero sé que no es así. Espero que, desde la concientización tanto para padres y autoridades escolares, se pueda dar un primer paso para eliminar este mal que aqueja a muchos jóvenes y que lamentablemente, desde ya hace años, se está cobrando víctimas fatales.