Lo primero que se nos viene a la cabeza en un caso como el de la bajada de esta nota, de las instructoras de Fitness o yoga, es «Acrobacias en la cama», y solemos relamernos de antemano. Suponemos que se trata de una mujer de flexibilidad corporal extrema, y si alguno no tiene ya el «Kamasutra» o libraco similar en su biblioteca, suele correr a conseguir un ejemplar.

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El problema recurrente es que solemos pensar solo en la flexibilidad de ella y no en la propia. Porque convengamos que esas piruetas sexuales tan interesantes como ajenas a nuestro simplista occidente requieren cierta aptitud de ambos. O al menos de mucha práctica, cosa a la que los hombres no somos muy afectos. Porque lo nuestro (por deformación cultural o porque pocas veces nos han hecho notar que existen otras modalidades) es el viejo «In-out / In-out», como dirían los retorcidos personajes de «La Naranja Mecánica».

De modo que llegamos al primer encuentro carnal con nuestra «chica fitness» llenos de expectativas que generalmente ella no comparte. Porque no suele tener interés en mostrar sus habilidades laborales en encuentros íntimos, que son los menos adecuados para lucirlas.

Fitness: El gran momento

Llegado el gran momento, con nuestra chica fitness, nuestra compañera de lecho está en otro tema, el meramente amoroso, y tiene sobre nosotros expectativas que no puedo detallar aquí porque no sé escrutar las mentes femeninas (ojalá pudiera; sería yo multimillonario…)

Luego de los escarceos de rigor (y si se quiere, después del primer encontronazo genital) a los hombres se nos suele ocurrir que, con semejante partenaire, hay que aprovechar para hacer algo poco habitual. Total, ella estará gustosa, suponemos. Y será genial contárselo a los amigos… en realidad, lo haremos igual, adornando las circunstancias, aunque el resultado sea tan desastroso como suele serlo.

Porque el 40 por ciento de los motivos que tenemos los hombres hetero para practicar sexo es poder contárselo a los amigos (luego hay otro 40 por ciento que es por instinto, un diez por necesidad y el diez por ciento restante, porque sí).

De modo que solemos proponerles alguna postura radical, que nos sirve para diplomarnos (ante nosotros mismos) como gente desinhibida y mundana. Pero claro; las disciplinas deportivas que más practicamos los machos son el fútbol, el rugby, el box, o la Play Station (XBox, quizás). Tal vez el tenis de mesa. Nada de eso sirve a los lúbricos propósitos que enarbolamos en esos momentos porque generalmente endurecen las articulaciones. He ahí el problema.

Accidentes o lesiones

Sin exagerar, sé de hombres que han terminado con luxaciones de caderas u hombros. Cuando no un brazo fracturado por caerse de la cama tras intentar lo que ellos mismos propusieron. A mí no me pasó porque soy un sujeto prudente y moderado, conste. Esas cosas horribles siempre le ocurren a «amigos»… ya saben cómo es. Y resulta penoso salir en una ambulancia del lugar en que uno esperaba pasar una tórrida noche de amor. La amiga-amante-novia o chica fitness de turno (siempre atenta a las desventuras de sus «alumnos», por deformación profesional) suele compadecerse y colaborar para auxiliarnos. Pero por esos mismos motivos podemos estar seguros que por dentro y disimuladamente se está muriendo de risa de nosotros, con justa razón.

Consejos

Lo mejor, aconsejamos modestamente, es tomar esas prácticas con el respeto que nos debe inspirar todo lo que no nos es propio por naturaleza. Nadie en su sano juicio puede querer emular a Jackie Chan o a Jet Lee sin un mínimo de conocimientos técnicos y aun así largarse a golpear delincuentes. Esos maestros hacen lo que hacen (con o sin trucos hollywoodenses) gracias a una enorme perseverancia para dominar los modos, las formas y el propio cuerpo ante todo. Es lo que deberíamos hacer con ciertos procedimientos sexuales que nos andan rondando todo el tiempo. Al calor de esas intromisiones de las culturas orientales en las occidentales que nos contienen gozosamente hasta hoy. Lo importante es no dejarse ganar por el esnobismo rampante de algunos vendedores de humo que nos presentan todo lo del lejano oriente como si fuera superior solo porque es más viejo.

Tomemos ese paradigma para el asunto sexual, y mejor no creamos ser como unos acróbatas chinos del «Cirque Du Soleil» pero del sexo. Cuando en realidad nos está costando ponernos los calcetines cada mañana. Y Repito: no lo digo por mí mismo, sino que se lo aconsejo a ciertos «amigos». Ya saben.