Eterno vigilante de la ciudad. Es el símbolo de lo porteño, al igual que el fútbol, que el tango, que Borges y Gardel, que forma parte inconfundible de nuestro perfil urbano. Silencioso testigo de manifestaciones políticas, reclamos, fiestas deportivas y populares. Allí está, quieto, estilizado, siempre presente. Blanco, simple, sencillo, irremplazable

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¿Dónde tenía la ciudad guardada
esta espada de plata refulgente,
desenvainada repentinamente
y a los cielos azules asestada?
Ahora puede lanzarse la mirada
harta de andar rastrera y penitente,
piedra arriba hacia el Sol omnipotente
y descender espiritualizada.
Rayo de luna o desgarrón de viento
en símbolo cuajado y monumento,
índice, surtidor, llama, palmera.
La estrella arriba y la centella abajo,
que la idea, el ensueño y el trabajo
giren a tus pies, devanadera.

Este precioso soneto, creado por Baldomero Fernández Moreno* está inscripto en el lado sur del obelisco. Cuentan que el poeta lo escribió en una servilleta, durante el transcurso de una cena en el tradicional Alvear Palace Hotel, en Buenos Aires, para el arquitecto tucumano Alberto Prebisch**, encargado de su construcción.

Como homenaje al cuarto centenario de la fundación de la ciudad, en el año 1936, se encomendó su creación, en la Plaza de la República. Este monumento geométrico tiene cuatro caras, cada una rememora un hecho histórico: la primera vez que se izó la Bandera Nacional en la Ciudad, en 1812 (en la Iglesia de San Nicolás, emplazada en ese mismo sitio); la constitución de Buenos Aires como capital del país, en 1880; la primera fundación, en 1536; y la segunda y definitiva, en 1580.

Mide 67,5 metros de altura y 6,80 metros en cada lado de su base. En la cara oeste se halla la única puerta de acceso a su interior, en donde hay una escalera de de 206 escalones, recta y sin baranda, con sólo siete descansos. En su cúspide, que termina en un pararrayos, hay cuatro ventanas, con persianas metálicas.

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Foto de google.
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Foto de google.

Rápidamente comenzó su construcción en marzo de 1936, y fue inaugurado el 23 de mayo del mismo año. Se solucionaron los múltiples inconvenientes que representaban los túneles del subterráneo, que pasa por debajo, mediante la construcción de bóvedas en sus cimientos. Se utilizó cemento de secado rápido y piedra blanca traída de Córdoba. Se construyó en secciones de 2 metros, para agilizar el volcado del hormigón. El costo de su construcción fue de $ 200.000 moneda nacional argentina.

Es imposible pasar por el centro de la ciudad sin vislumbrar su austera presencia. En el mapa de Buenos Aires, es el indicador del kilómetro 0. Está ubicado en la intersección de la Avenida Corrientes y “la avenida más ancha del mundo”: la Avenida 9 de Julio.

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Foto de google.

En el año 1938, al día siguiente de realizarse un acto público en el lugar, con la presencia del presidente Ortiz, se produjeron desprendimientos de su recubrimiento pétreo, que fueron a parar a las gradas en donde habían estado ubicados durante el acto, los niños abanderados de las escuelas de la ciudad, destruyéndolas. Entonces se tomó la determinación de reemplazar el recubrimiento de piedra por revoque de cemento, en el que se imitó el dibujo de las lajas cordobesas y se pintó con pintura látex. No se tuvo en cuenta, al retirar las lajas, que se eliminaba también la siguiente inscripción: “Alberto Prebisch fue su arquitecto”.

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Foto de google.

En 1939, estuvo a punto de ser demolido, aduciendo razones estéticas, económicas y de seguridad pública. Por aquel entonces, nadie imaginaba el polo de atracción turística en que este tótem ciudadano se transformaría. Muchos hoteles de Buenos Aires, locales comerciales, oficinas, se desarrollaron a partir de su nacimiento.

Su fisonomía, bien racionalista, generó grandes polémicas entre los amantes del progreso urbano, y los grupos más tradicionalistas. Finalmente, fue declarado Monumento Histórico Nacional. Con el transcurso de los años, se fue afianzando su figura. Actualmente es uno de los principales puntos de reunión y de convocatoria de la ciudadanía. Para celebrar su 75° aniversario en 2011, se organizó una visita guiada para 75 vecinos, uno por cada año de vida del Obelisco.

Con el paso de los años se fue arraigando su perfil como inconfundible símbolo de los ciudadanos porteños, que no podrían ya, imaginar a su Buenos Aires querida, sin su ícono de imprescindible presencia.

Links de interés:

http://www.arquitectura.com/historia/protag/prebisch/prebisch.asp
https://es.wikipedia.org/wiki/Baldomero_Fern%C3%A1ndez_Moreno
https://turismo.buenosaires.gob.ar/es/atractivo/obelisco