A lo largo de mi vida he escuchado muchas opiniones acerca del precio que pagamos por sanar o prevenir una enfermedad o dolencia. Así como para llevar a cabo un procedimiento tan inherente a la vida como es ni más ni menos que dar a luz. Pero ¿Qué ocurre? La salud es uno de los fenómenos fundamentales de la existencia. Y lo más probable es que siempre estemos dispuestos a pagar lo necesario que nos garantice la cura, imagínese, de un ser querido. “Pagar lo necesario”, siempre dependiendo también de la propia economía. Por eso el lema de Vivir para pagarlo.

Si usted, que está leyendo, tiene a su alcance responder a cualquier precio, por más alto que sea, debería estar sumamente agradecido. Pensemos en todas aquellas personas que tal vez se encuentran muy lejanas de financiar una cirugía o un medicamento. Pensemos, también, en todas esas familias, desde abuelos hasta bebés, que no sólo no pueden pagar un tratamiento, si no que tal vez, la precariedad de sus condiciones de vida, llega a ser un factor importantísimo para su bienestar sanitario.

¿Qué hemos hecho? Vivir para pagarlo. Hemos naturalizado y abalado, siempre, la idea de un sistema de salud totalmente mercantilizado. La desesperación por una cura nos deja sin tiempo para reflexionar sobre las condiciones necesarias para encontrarla. No por nada, el mercado de la salud es uno de los más grandes del planeta. La humanidad entera se enferma alguna vez, como mínimo.

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Vivir para pagarlo: El mercado de la salud

El mercado de la salud es ese espacio por el que se corresponden y regulan todas las ofertas y las demandas que reclama un servicio sanitario. Desde ambulancias, hasta bisturís, desde aspirinas hasta terapias. Hasta aquí me parece muy bien, los profesionales en cuestión tienen posibilidad de responder a las demandas, por parte de los usuarios y obtener un beneficio con eso. Sin embargo, esas medidas regulatorias fueron forjadas sin una voz que defendiera los intereses sociales. Incluso, sin la participación pública de la mayoría de los países.

Yo me pregunto en base a los intereses de qué o quién, fue que se tomaron dichas decisiones. Siendo que ese mercado se ha vuelto sustancial para toda la humanidad. La respuesta es más que obvia: Intereses económicos y políticos. Ya sabemos la inmediatez que hay entre economía y política. Pero fíjense que según estudios de la Universidad de Antioquia, los mercados de servicios de salud no garantizan una solución óptima a las demandas sociales, por cuestiones estructurales y de consumo.

Es decir, el mercado no considera las necesidades de las personas cuando le pone valor monetario a una fórmula médica, a un procedimiento quirúrgico o a un tratamiento que ellas mismas demandan porque, básicamente: Lo necesitan para vivir.

Vivir para pagarlo

Este mercado, claramente, abarca tanto lo privado como lo público, es decir: Tanto el valor de la cobertura médica privada como el dinero que el Estado debe invertir para cubrir las necesidades de una sociedad. Y con dinero del Estado, me refiero a todos esos aportes monetarios que nosotros, como civiles, realizamos con nuestros impuestos. ¿No resulta ridículo obtener una cobertura médica particular cuando deberíamos tener la salud paga con lo que atribuimos cada mes? Esa es otra cuestión.

Que se debería hacer

Sin embargo, creo que ya es hora de pararnos, mirar a los ojos a los ministerios -de salud, de desarrollo social y hasta de derechos humanos- y decirles: Nosotros comprendemos que ustedes reciben muchos beneficios con las regulaciones, pero ¿no les parece que nuestra salud es más valiosa que cualquier lujo?.

Habría que ver qué nos responden, yo creo que difícilmente nos escuchen y a esto quería llegar: ¡Es hora de que subamos la voz para que llegue al núcleo del mercado de la salud! ¡Es tiempo ya de hacernos escuchar para tener representatividad al momento en que se toman las decisiones sobre nuestro bienestar vital!. No es posible, vivir para pagarlo durante todo la vida.

Desnaturalicemos la posibilidad de una salud plena sólo para quienes pueden pagarla, porque todos tenemos una salud que cuidar y no todos podemos financiarla. Es un largo camino por recorrer, pero para lograrlo, necesitamos empezar a caminar.